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la roca


¡Soy una roca, una simple y vulgar piedra!

Sin embargo ¡cuánta envidia despertaría entre los seres pensantes si acertaran a desprenderse de la coraza de soberbia que les aprisiona!

Mi génesis es la del Universo y cuando ya no exista ser vivo alguno creado,

yo permaneceré.

Desde vuestra concepción del tiempo puedo ser considerada eterna,

casi un dios.

Provengo del fuego, ¿o debería decir que soy el mismo fuego en un nuevo estado?

Mi nacimiento se realiza en medio de un fantástico espectáculo de luz y sonido

jamás imaginado y después del parto,

un descanso de millones de años me conforman en una nueva estructura

para que mi vida pueda transcurrir, sin alteraciones ni sobresaltos,

en un dilatadísimo espacio sin tiempo.

Físicamente no estoy sometida al padecimiento de enfermedades o sufrimientos

y mi ética se sitúa por encima del bien y del mal.

Miro sin ver y percibo sin oír;

no juzgo, simplemente acepto; no hago, dejo hacer.

Nadie me puede dañar,

pero son muchos los que se han aprovechado de mi fortaleza

para herir o matar.

La soledad que se me atribuye es un refugio de comprensión

para el afligido, el enamorado,

el verdugo o el ajusticiado.

Vivos y muertos acuden a mí en constante peregrinar;

aquéllos para regar con su llanto mi reseca faz

o plasmar gráficamente pensamientos o deseos incontenibles,

éstos para que les sirva de acomodo en su postrer sueño,

pero todos comparten conmigo las eternas preguntas sobre esencia y existencia.

La energía que recibo la emito transformada,

sin conocer los mecanismos de tal hecho,

para que otras naturalezas la interpreten y aprovechen

de acuerdo a su estado evolutivo.

He dado riquezas inmensas sin recibir nada a cambio,

¿Qué, si no, significan las gemas, el oro negro, los acuíferos...?

Y he colaborado de forma fundamental al desarrollo del conocimiento humano

al recoger y conservar en mi seno animales y plantas

de antigüedad pretérita que de otra forma jamás soñaríais imaginar.

Os he servido de refugio en momentos de peligro o necesidad;

habéis evolucionado gracias a mi concurso:

vadeáis ríos inmensos para unir culturas,

construís edificaciones donde poder albergaros,

os protegéis de las incontroladas fuerzas de la Naturaleza...

¡Y todo ello lo consideráis producto de vuestra inteligencia!

Pero, ¿qué tenéis de propio que os colme de tanta satisfacción?

Cuando buscáis conocimiento preguntáis a las entrañas de la Tierra

o a la inmensidad de los cielos,

allá donde está mi propia esencia.

La materia, mi materia, es la única que os sirve de ayuda.

Ni siquiera sois capaces de ahondar en vosotros mismos.

Ignoráis todo y vuestra existencia es tan efímera

que apenas barruntáis una ínfima parte

de lo que consideráis insondables arcanos.

Vuestra soberbia, otra vez.

Hacéis misterio de lo que no podéis entender.

Ese es vuestro castigo;

el entendimiento, la insaciable necesidad de saber.

Fijaos en mí:

no inquiero, no busco, no pretendo.

Simplemente me impregno.

Mi esencia es inmortal, decís.

Y yo os digo: ¡Necios!

Utilizáis los conceptos a vuestra conveniencia,

pero... ¿esencia?

Se os dio la oportunidad de emprender un camino

hacia la inmortalidad

en los ya lejanos tiempos de vuestra infancia,

pero quisisteis haceros mayores.

Os ensoberbecisteis.

Perdisteis aquella maravillosa

cualidad infantil de la inocencia.

Rompisteis con todo lo que os hacía

semejantes a dioses.

Por no dejar nada intacto,

hasta hicisteis añicos la Caja de Pandora,

con lo que ya no os queda ni la esperanza.

Es tarde; nunca más podréis retornar a la edad dorada,

paraíso perdido para siempre.

Ya no entraréis en el reino de los cielos.

¡Os habéis hecho mortales!

Y yo, en mi humilde condición,

os serviré de última morada

para conservar "ad infinitum"

lo único que quedará de vosotros: polvo.

Ya veis, al final seréis como yo.


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